Introducción
No queremos escribir un libro más sobre Monseñor Romero. Hay
muchos y muy buenos. Queremos más bien que sea el mismo Mons. Romero
el que nos hable directamente. Aquí presentamos mas de 60 párrafos
cortos, con aquellas palabras más representativas de Monseñor,
aquellas que nos introducen directamente en su mente y corazón de pastor
y profeta. Lo que hice fue simplemente buscar esas frases y ponerles un título
indicativo sobre su contenido. Aquí presento en un orden cronológico
sus palabras desde el año 1977 hasta el 24 de marzo de 1980. La fecha
entre paréntesis permite encontrar el texto completo en la edición
de sus homilías.
Hay dos párrafos de sus homilías que expresan con fidelidad el
espíritu de esta colección:
"La palabra queda.
Y éste es el gran consuelo del que predica.
Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo
quedará en los corazones que lo hayan querido acoger" (17.12.78)
"Hermanos, guarden este tesoro. No es mi pobre palabra la que siembra
esperanza y fe; es que yo no soy más que el humilde resonar de Dios en
este pueblo" (2.10.77).
Hemos puesto al comienzo una biografía mínima de Mons. Romero,
pensando en aquellos que apenas lo empiezan a conocer o como ayuda memoria para
nosotros. Al final, después de leer y "oír" el disparo
que atravesó el corazón de Mons. Romero, puse aquella poesía
impactante de Mons. Pedro Casaldáliga, titulada "San Romero de América,
Pastor y Mártir nuestro". Es la poesía que mejor expresa
lo que uno siente y piensa después de haber conocido el pensamiento de
Mons. Romero, después de escuchar su última homilía y escuchar
el disparo que puso fin a sus días. Pero un momento: ahí no termina
esta presentación. Puse al final aquel texto profético que nos
permite seguir escuchando a Mons. Romero y encontrarlo en su resurrección.
Aquí adelanto dos frases de este texto profético:
"Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño.
Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá
jamás" (marzo 1980).
Por último, quiero decir que este trabajo lo he realizado con una profunda
gratitud hacia Monseñor Romero. En dos ocasiones en 1979 y en otra en
enero de1980, tuve un encuentro largo y personal con Monseñor que marcó
definitivamente mi vida.
Biografía mínima de Mons. Romero
(Recortes y adaptación de la biografía presentada en Internet
por la Biblioteca Virtual Cervantes)
Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (San Miguel) el 15
de agosto de 1917. Fue el segundo de 8 hermanos de una modesta familia. Su padre,
Santos, era empleado de correo y telegrafista y su madre, Guadalupe de Jesús,
se ocupaba de las tareas domésticas. El Salvador era por entonces un
país de relativa prosperidad económica (gracias al cultivo y exportación
de café), pero dominado por un poder oligárquico que mantenía
oprimida a la población campesina.
A muy corta edad tuvo que interrumpir sus estudios debido a una grave enfermedad,
de manera que a los 12 años trabajaba ya como aprendiz en una carpintería.
Su ingreso en el seminario menor de San Miguel tiene lugar en 1931. Allí
permaneció durante 6 años hasta que tuvo que interrumpir de nuevo
sus estudios, esta vez para ayudar a su familia en unos momentos de dificultad
económica. Durante tres meses trabajó con sus hermanos en las
minas de oro de Potosí por 50 centavos al día.
En 1937 Óscar ingresa al Seminario Mayor de San José de la Montaña
en San Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma para proseguir
sus estudios de Teología. Es ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942
y continúa en Roma un tiempo con el fin de iniciar una tesis doctoral,
pero la guerra europea le impide terminar los estudios y se ve obligado a regresar
a El Salvador.
Su labor como sacerdote comienza en la parroquia de Anamorós, trasladándose
poco después a San Miguel, donde durante 20 años realiza labor
pastoral. En esos años, su trabajo es el de un sacerdote dedicado a la
oración y la actividad pastoral, pero todavía sin un compromiso
social evidente. El país vive sumido en un caos político, donde
se suceden golpes de estado en los que el poder queda casi siempre en manos
de los militares.
En 1966 Monseñor fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal
de El Salvador. Comienza así una actividad pública más
intensa que viene a coincidir con un periodo de amplio desarrollo de los movimientos
populares.
Su nombramiento como obispo auxiliar de Monseñor Luis Chávez
y González, en 1970, no fue bien visto por los sectores más renovadores:
Monseñor Chávez y González y Monseñor Rivera (también
obispo auxiliar) estaban impulsando los cambios pastorales que el Vaticano II
y la Conferencia de Medellín de 1968 exigían para el desarrollo
de una nueva forma de entender el papel de la Iglesia Católica en América
Latina y los planteamientos de Monseñor Romero, nombrado además
director del periódico Orientación, eran todavía muy conservadores.
Nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de María, se traslada
a la misma en diciembre de 1974. El contexto político se caracteriza
sobre todo por una especial represión contra los campesinos organizados.
En junio de 1975 se producen los hechos de Tres Calles: la Guardia Nacional
asesina a 5 campesinos. Monseñor Romero llega a consolar a los familiares
de las víctimas y a celebrar la misa. No hace una denuncia pública
de lo ocurrido, como le habían pedido algunos sectores, pero sí
envía una dura carta al presidente Molina.
El nombramiento de Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador, el
23 de febrero de 1977, es una sorpresa negativa para el sector renovador, que
esperaba el nombramiento de Monseñor Rivera, y una alegría para
el gobierno y los grupos de poder, que ven en este religioso de 59 años
un posible freno a la actividad de compromiso con los más pobres que
estaba desarrollando la Arquidiócesis.
Sin embargo, un hecho ocurrido apenas unas semanas más tarde, que se
revelará decisivo en la escalada de violencia sufrida en El Salvador,
va a dejar clara la futura línea de actuación de Romero: el 12
de marzo de 1977 es asesinado el padre jesuita Rutilio Grande, que colaboraba
en la creación de grupos campesinos de autoayuda y buen amigo de Monseñor.
El recién electo arzobispo insta al presidente Molina para que investigue
las circunstancias de la muerte y, ante la pasividad del gobierno y el silencio
de la prensa a causa de la censura, amenaza incluso con el cierre de las escuelas
y la ausencia de la Iglesia católica en actos oficiales.
La postura de Óscar Romero, comienza a ser conocida y valorada por el
contexto internacional: el 14 de febrero de 1978 es nombrado Doctor Honoris
Causa por la Universidad de Georgetown (JUL); en 1979 es nominado al Premio
Nóbel de la Paz y en febrero de 1980 es investido Doctor Honoris Causa
por la Universidad de Lovaina (Bélgica). En ese viaje a Europa visita
a Juan Pablo II en el Vaticano y le transmite su inquietud ante la terrible
situación que está viviendo su país.
En 1980 El Salvador vivía una etapa especialmente violenta en la que
sin duda el gobierno era uno de los máximos responsables. La Iglesia
calcula que, entre enero y marzo de ese año, más de 900 civiles
fueron asesinados por fuerzas de seguridad, unidades armadas o grupos paramilitares
bajo control militar. De todos era sabido que el gobierno actuaba en estrecha
relación con el grupo terrorista ORDEN y los escuadrones de la muerte.
Apenas llegado de su viaje a Europa, el 17 de febrero, el arzobispo Romero envía una carta al presidente Carter en la que se opone a la ayuda que EEUU está prestando al gobierno salvadoreño, una ayuda que hasta el momento sólo ha favorecido el estado de represión en el que vive el pueblo. La respuesta del presidente estadounidense se traduce en una petición al Vaticano para que llame al orden al arzobispo. Sin embargo, en otros países continúa el reconocimiento a la labor de Romero: por esas mismas fechas, recibe el premio de la Paz de Acción Ecuménica Sueca.
El cerco se cierra: a fines de febrero, Monseñor tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia persona; Romero recibe también un aviso de amenazas de similar seriedad por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos Kada y a comienzos de marzo es volada una cabina de locución de la emisora YSAX, La Voz Panamericana, que transmitía sus homilías dominicales. Los días 22 y 23 de marzo, las religiosas que atienden el Hospital de la Divina Providencia, donde vive el Arzobispo, reciben llamadas telefónicas anónimas que lo amenazan de muerte. Finalmente, el 24 de ese mismo mes, Óscar A. Romero es asesinado por un francotirador mientras oficia misa en la Capilla de dicho Hospital.
La Iglesia: una, santa, católica, apostólica
y perseguida
La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué?
Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo lo dijo: «Si a mí
me persiguieron, también os perseguirán a vosotros». Y por
eso, cuando un día le preguntaron al Papa León XIII, aquella inteligencia
maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que
distinguen a la Iglesia católica verdadera, el Papa dijo ya las cuatro
conocidas: una, santa, católica y apostólica. «Agreguemos
otras -les dice el Papa-, perseguida». No puede vivir la Iglesia que cumple
con su deber sin ser perseguida (29.5.77).
La Palabra de Dios en nuestra propia conciencia
Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran
dentro de sí, y por eso hay tantos problemas. En el corazón de
cada ser humano hay como una pequeña celda íntima, donde Dios
baja a platicar a solas con el ser humano. Y es allí donde la persona
decide su propio destino, su propio papel en el mundo. Si cada hombre o mujer,
de los que estamos tan emproblemados, en este momento entráramos en esta
pequeña celda y, desde allí, escucháramos la voz del Señor,
que nos habla en nuestra propia conciencia, cuánto podríamos hacer
cada uno de nosotros por mejorar el ambiente, la sociedad, la familia en que
vivimos (10,7.1977).
Dios no camina sobre charcos de sangre
Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios
camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor (7.8.1977).
Yo se que he caído mal a mucha gente
Si uno vive un cristianismo que es muy bueno, pero que no encaja con nuestro
tiempo, que no denuncia las injusticias, que no proclama el reino de Dios con
valentía, que no rechaza el pecado de los hombres, que consiente, por
estar bien con ciertas clases, los pecados de esas clases, no está cumpliendo
su deber, está pecando, está traicionando su misión. La
Iglesia está puesta para convertir a las personas, no para decirles que
está bien todo lo que hacen; y por eso, naturalmente, cae mal. Todo aquél
que nos corrige, nos cae mal. Yo sé que he caído mal a mucha gente,
pero sé que he caído muy bien a todos aquéllos que buscan
sinceramente la conversión de la Iglesia (21.8. 1977).
Esta es la Iglesia que yo quiero
Ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero.
Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan,
pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Esta es la Iglesia que
yo quiero. Una Iglesia que no cuente con los privilegios y las valías
de las cosas de la tierra. Una Iglesia cada vez más desligada de las
cosas terrenas, humanas, para poderlas juzgar con mayor libertad desde su perspectiva
del Evangelio, desde su pobreza (28.8.77).
La riqueza un ídolo que mata
¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo
de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él,
le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante
la idolatría del dinero! No sólo sacrificios, sino iniquidades.
Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo
es lícito ante el dinero (11 9.77).
Me glorío de estar en medio de mi pueblo
Es cierto que me he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos
otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el
cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su
obispo, la esperanza (25.9.77).
Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios
Los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga
a decir: estamos muy mal en El Salvador. Esta figura tan fea de nuestra patria
no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí
adentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras
haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas
en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad
privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz,
y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre. Con represión
no se acaba nada. Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios, y
organizar una sociedad más justa, más según el corazón
de Dios (25.9.77).
Biblia y signos de los tiempos
Además de la lectura de la Biblia, que es Palabra de Dios, un cristiano
fiel a esa Palabra tiene que leer también los signos de los tiempos,
los acontecimientos, para iluminarlos con esa Palabra (30.10.77).
Un lenguaje que siembra esperanza
Ayer supe allá, por Santiago de María, que ya, según algunos
amigos míos, yo he cambiado, que yo ahora predico la revolución,
el odio, la lucha de clases, que soy comunista. A ustedes les consta cuál
es el lenguaje de mi predicación. Un lenguaje que quiere sembrar esperanza,
que denuncia, sí, las injusticias de la tierra, los abusos del poder,
pero no con odio, sino con amor, llamando a conversión (6.11.77).
Cómo saber si soy cristiano
Hermanos, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí
está la piedra de toque. ¿Con quiénes estás bien?
¿Quiénes te critican? ¿Quiénes no te admiten? ¿Quiénes
te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a
traer la paz sino la división, y habrá división hasta en
la misma familia, porque unos quieren vivir más cómodamente, según
los principios del mundo, del poder y del dinero, y otros, en cambio, han comprendido
el llamamiento de Cristo y tienen que rechazar todo lo que no puede ser justo
en el mundo (13.11.77).
La Palabra lleva la fuerza de la verdad
La Palabra es fuerza. La Palabra, cuando no es mentira, lleva la fuerza de la
verdad. Por eso hay tantas palabras que no tienen fuerza ya en nuestra patria,
porque son palabras mentira, porque son palabras que han perdido su razón
de ser (25.11.77).
Queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico
Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo
que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina
de Cristo, sino simplemente instrumento del poder. Lamentamos que en algún
tiempo nuestra Iglesia también haya caído en ese pecado; pero
queremos revisar esta actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente
evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino
que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente,
de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él,
en una cruz (27.11.77).
La Iglesia espera una liberación cósmica
La liberación que la Iglesia espera es una liberación cósmica.
La Iglesia siente que es toda la naturaleza la que está gimiendo bajo
el peso del pecado. ¡Qué hermosos cafetales, qué bellos
cañales, qué lindas algodoneras, qué fincas, qué
tierras, las que Dios nos ha dado! ¡Qué naturaleza más bella!
Pero cuando la vemos gemir bajo la opresión, bajo la iniquidad, bajo
la injusticia, bajo el atropello, entonces duele a la Iglesia y espera una liberación
que no sea sólo el bienestar material, sino que sea el poder de un Dios
que librará de las manos pecadoras de los hombres una naturaleza que,
junto con los hombres redimidos, va a cantar la felicidad en el Dios liberador
(11.12.77).
La Iglesia no quiere masa, quiere pueblo
Quiere Dios salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. De
ahí que la Iglesia de hoy, más que nunca, está acentuando
el sentido de pueblo. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia
no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más
adormecidos, mejor; cuanto más conformistas, mejor. La Iglesia quiere
despertar en las personas el sentido de pueblo (5.1.78),
Cómo saber si Dios está cerca de nosotros
Hay un criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está
lejos: todo aquél que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre,
del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre,
tiene cerca a Dios. «Clamarás al Señor y te escuchará».
La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en
esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el
bien a mis hermanos. La garantía de mi oración no es el mucho
decir palabras, la garantía de mi plegaria está muy fácil
de conocer: ¿cómo me porto con el pobre? Porque allí está
Dios (5.2.78).
Yo les había dicho que se amaran como yo los amo
Esta es la gran enfermedad del mundo de hoy: no saber amar. Todo es egoísmo,
todo es explotación del hombre por el hombre. Todo es crueldad, tortura.
Todo es represión, violencia. Se queman las casas del hermano, se aprisiona
al hermano y se le tortura. ¡Se hacen tantas groserías de hermanos
contra hermanos! Jesús, ¡cómo sufrirás esta noche
al ver el ambiente de nuestra patria de tantos crímenes y tantas crueldades!
Me parece mirar a Cristo entristecido desde la mesa de su Pascua mirando a El
Salvador y diciendo: y yo les había dicho que se amaran como yo los amo
(23.3.78).
La iglesia no puede ser sorda ni muda al clamor de los oprimidos
La Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres
que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes. Pero les dice cuál
es la verdadera libertad que debe buscarse: la que Cristo ya inauguró
en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y
del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres
con la verdadera liberación. Y aquél que con esta fe puesta en
el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias
del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los
desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquél
que lucha desde la resurrección del gran libertador, sólo ése
es auténtico cristiano (26.3.78).
¿Qué Evangelio es ése?
Eso quiere la Iglesia: inquietar las conciencias, provocar crisis en la hora
que se vive. Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta,
una Palabra de Dios que no levanta roncha -como decimos vulgarmente-, una palabra
de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose,
¿qué Evangelio es ése? Consideraciones piadosas muy bonitas
que no molestan a nadie, y así quisieran muchos que fuera la predicación.
Y aquellos predicadores que por no molestarse, por no tener conflictos y dificultades
evitan toda cosa espinosa, no iluminan la realidad en que se vive
El Evangelio
valiente es la buena nueva que vino a quitar los pecados del mundo (16.4.78).
Víctimas del dios Moloc, insaciable de poder y de dinero
Tenemos que lamentar esta semana también la muerte de dos policías.
Son hermanos nuestros. Ante el atropello y la violencia, jamás he parcializado
mi voz. Me he puesto, con compasión de Cristo, al lado del muerto, de
la víctima, del que sufre, y he pedido que oremos por ellos, y nos unimos
en solidaridad de dolor con sus familias. He dicho que dos policías que
mueren, son dos víctimas más de la injusticia de nuestro sistema
que, denunciaba el domingo pasado, entre sus crímenes más grandes
logra confrontar a nuestros pobres. Policías y obreros o campesinos pertenecen
todos a la clase pobre. La maldad del sistema en lograr el enfrentamiento de
pobre contra pobre. Dos policías muertos son dos pobres que han sido
víctimas de otros tal vez pobres también, y que en todo caso son
víctimas de ese dios Moloc, insaciable de poder, de dinero, que con tal
de mantener sus situaciones injustas no le importa la vida ni del campesino,
ni del policía, ni del guardia, sino que lucha por la defensa de un sistema
lleno de pecado (30.4.78).
La verdad no produce dinero sino amarguras
¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través
de la radio se alimentan de la calumnia porque es la que produce! La verdad
muchas veces no produce dinero sino amarguras. Pero más vale ser libre
en la verdad que tener mucho dinero en la mentira (7.5.78)
Ateo no es sólo el marxismo, sino sobre todo el capitalismo
Un pueblo, un hombre, donde la ternura de Dios se ha disipado, donde interesa
que no exista Dios para hacer injusticias, para cometer el pecado que Dios castiga,
es inspiración de un ateísmo práctico. Y por eso, ateo
no sólo es el marxismo, ateo práctico es también el capitalismo.
Ese endiosar el dinero, ese idolatrar el poder, ese poner ídolos falsos
para sustituir al Dios verdadero. Vivimos tristemente en una sociedad atea (21.5.78).
Muchas veces hemos hecho de nuestro culto un negocio
¡Cuántas fachadas de piedad, por dentro no son más que ateísmo!
¡Cuántas formas de rezos, cuántas prácticas religiosas
meramente exteriores, rituales, legalistas! ¡No son el culto que Dios
quiere! Y aquí no importa que arrasemos en esta acusación a nosotros
mismos, los ministros sagrados, que muchas veces hemos hecho de nuestro culto
un negocio, y puede entrar el Señor con el látigo en el templo:
Mi casa es casa de oración y ustedes la han hecho cueva de ladrones (21.5.78).
Hay muchos que comulgan y son idólatras
Un cristiano que se alimenta en la comunión eucarística, donde
su fe le dice que se une a la vida de Cristo, ¿cómo puede vivir
idólatra del dinero, idólatra del poder, idólatra de sí
mismo, el egoísmo? ¿Cómo puede ser idólatra un cristiano
que comulga? Pues queridos hermanos, hay muchos que comulgan y son idólatras
(28.5.78).
El dios dinero, el dios poder, el dios lujo
La denuncia de la idolatría ha sido siempre la misión de los profetas
y de la Iglesia. Ya no es el dios Baal, pero hay otros ídolos tremendos
de nuestro tiempo: el dios dinero, el dios poder, el dios lujo, el dios lujuria.
¡Cuántos dioses entronizados en nuestro ambiente! Y la voz de Oseas
tiene actualidad también ahora para decirle a los cristianos: No mezclen
con la adoración del verdadero Dios esas idolatrías. No se puede
servir a dos señores: al Dios verdadero y al dinero. Se tiene que seguir
a uno sólo (11.6.78).
Que la Iglesia retome la Biblia y la haga Palabra viva
La Biblia sola no basta. Es necesario que la Biblia, la Iglesia la retome y
vuelva a hacerla Palabra viva. No para repetir al pie de la letra salmos y parábolas,
sino para aplicarla a la vida concreta de la hora en que se predica esa Palabra
de Dios. La Biblia es como la fuente donde esa revelación, esa palabra
de Dios, está guardada. Pero de qué sirve la fuente por más
límpida que sea, si no la vamos a tomar en nuestros cántaros y
llevarla a las necesidades de nuestros hogares. Una Biblia que solamente se
usa para leerla y vivir materialmente apegados a tradiciones y costumbres de
los tiempos en que se escribieron esas páginas, es una Biblia muerta.
Eso se llama biblismo, no se llama revelación de Dios (16.7.78).
Ustedes son para mi la inspiración del Espíritu Santo
No sólo el predicador enseña, el predicador aprende. Ustedes me
enseñan. La atención de ustedes es para mí también
inspiración del Espíritu Santo. El rechazo de ustedes sería
para mí también rechazo de Dios
Gracias a Dios que la Iglesia
en El Salvador todavía puede hablar. Pero que no se trate de apagar esta
voz; porque si habla, tiene que decir la verdad, y si no, mejor no hablar (16.7.78).
¡Cómo es posible pasar toda la vida sin pensar en Dios!
El hombre es el otro yo de Dios. Nos ha elevado para poder platicar y compartir
con nosotros sus alegrías, sus generosidades, sus grandezas. Qué
interlocutor más divino. ¡Cómo es posible que los hombres
podamos vivir sin orar! ¡Cómo es posible que el hombre y la mujer
puedan pasarse toda su vida sin pensar en Dios! ¡Tener vacía esa
capacidad de lo divino y no llenarla nunca! (13.8.78).
Cristo desborda la Iglesia
Dios está en Cristo y Cristo está en la Iglesia. Pero Cristo desborda
la Iglesia. Es decir, la Iglesia no puede pretender tener del todo a Cristo,
al modo de decir: sólo los que están en la Iglesia son cristianos.
Hay muchos cristianos de alma que no conocen la Iglesia, pero que tal vez son
más buenos que los que pertenecen a la Iglesia. Cristo desborda la Iglesia,
como cuando se mete un vaso en un pozo abundante de agua, el vaso está
lleno de agua pero no contiene todo el pozo, hay mucha agua fuera del vaso...
Para quienes se sienten orgullosos vanamente de la institución Iglesia,
sepan que podemos decir: allí no son todos los que están ni están
todos los que son. No están todos los que son, hay muchos cristianos
que no están en nuestra Iglesia. Bendito sea Dios, que hay mucha gente
buena, buenísima, fuera de los confines de la institución Iglesia
(13.8.78).
Yo estudio la Palabra de Dios y miro a mi pueblo
Vean cuál es mi oficio y cómo lo estoy cumpliendo: estudio la
Palabra de Dios que se va a leer el domingo, miro a mi alrededor, a mi pueblo,
lo ilumino con esta Palabra y saco una síntesis para podérsela
transmitir, y hacerlo -a este pueblo- luz del mundo, para que no se deje guiar
por los criterios de las idolatrías de la tierra. Y por eso, naturalmente,
que los ídolos de la tierra sienten un estorbo en esta palabra y les
interesaría mucho que la destituyeran, que la callaran, que la mataran.
Suceda lo que Dios quiera, pero su palabra -decía san Pablo- no está
amarrada. Habrá profetas, sacerdotes o laicos, -ya los hay abundantemente-
que van comprendiendo lo que Dios quiere por su Palabra para nuestro pueblo
(20.8.78).
Despertar el sentido espiritual de la vida
Esta es la misión de la Iglesia: despertar, como lo estoy haciendo en
este momento, el sentido espiritual de su vida, el valor divino de sus acciones
humanas. No pierdan eso, queridos hermanos. Esto es lo que la Iglesia ofrece
a las organizaciones, a la política, a la industria, al comercio, al
jornalero, a la señora del mercado, a todos lleva la Iglesia este servicio
de promover el dinamismo espiritual (20.8.78).
Los pies en la tierra y el corazón lleno de Evangelio
La Iglesia no tiene un afán, una pretensión de estar aquí
sólo hablando por denunciar. ¡Yo soy el que siento, más
que todos, la repugnancia de estar diciendo estas cosas! Pero siento que es
mi deber, que no es una espectacularidad, sino simplemente una verdad. Y la
verdad es la que tenemos que ver con los ojos bien abiertos y los pies bien
puestos en la tierra, pero el corazón bien lleno de Evangelio y de Dios,
para buscarle soluciones, no a inmediatismos violentos, tontos y crueles y criminales,
sino la solución de la justicia. Sólo la justicia puede ser la
raíz de la paz (27.8.78).
Ustedes que creen que estoy predicando la violencia
Queridos hermanos, sobre todo ustedes mis queridos hermanos que me odian, ustedes
mis queridos hermanos que creen que yo estoy predicando la violencia, y me calumnian
y saben que no es así, ustedes que tienen las manos manchadas de crimen,
de tortura, de atropello, de injusticia: ¡conviértanse! Los quiero
mucho, me dan lástima, porque van por caminos de perdición (10.9.78).
Comunidades Eclesiales de Base
¡Cómo no me va a llenar el corazón de esperanza una Iglesia
donde florecen las Comunidades Eclesiales de Base! ¡Y por qué no
voy a pedir a mis queridos hermanos sacerdotes que hagan florecer comunidades
por todas partes, en los barrios, en los cantones, en las familias! (10.9.78)
Triste es la Palabra del sacerdote que ha perdido credibilidad
El bienestar de la Iglesia trae relajamiento. Los sacerdotes que se sienten
muy bien en sus parroquias, ¡mucho cuidado! Los cristianos que sienten
que el Evangelio no les molesta, ¡mucho cuidado! A este bienestar del
culto sin compromiso se refiere la profecía tremenda de Malaquías:
«Ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Os apartasteis del camino, habéis
hecho tropezar a muchos en la ley. Yo os haré despreciables, viles ante
el pueblo». No hay cosa peor que un mal sacerdote; si la sal se vuelve
insípida, para qué sirve; ya -decía Cristo- nada más
para echarla al suelo y que la pise la gente. ¡Qué triste es la
Palabra del sacerdote cuando ha perdido la credibilidad! Lata que suena. «No
haber guardado mis caminos. Os fijáis en las personas, al aplicar la
ley». Si es don fulanito, si es doña fulana, con mucho gusto. Si
es un pobrecito despreciable, ni caso se le hace. La Iglesia de los pobres es
un criterio de autenticidad porque no es una Iglesia clasista. No quiere decir
desprecio a los ricos, sino decirle a los ricos que si no se hacen como pobres
en el corazón no podrán entrar en el Reino de los Cielos. El verdadero
predicador de Cristo es Iglesia de los pobres para encontrar en la pobreza,
en la miseria, en la esperanza del que reza en el tugurio, en el dolor, en el
no ser oído, un Dios que oye, y solamente acercándose a esa voz
se puede sentir también a Dios. «Os fijáis en las personas
al aplicar la ley». ¡Qué bien lo decía el campesino:
la ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos! (5.11.78)
Para escuchar el Evangelio hay que hacerse pobre
Cuando hablamos de la Iglesia de los pobres no estamos haciendo una dialéctica
marxista, como si la otra fuera la Iglesia de los ricos. Lo que estamos diciendo
es que Cristo, inspirado en el Espíritu de Dios, dijo: «Me ha enviado
el Señor para evangelizar a los pobres» -palabras de la Biblia-
para decir que para escucharlo, es necesario hacerse pobre (3.12.78).
Trabajo por el Reino de Dios se da también fuera de la Iglesia
Fuera de la Iglesia toda persona que lucha por la justicia, toda persona que
busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está también
trabajando por el Reino de Dios, y puede ser que no sea cristiano. La Iglesia
no abarca todo el reino de Dios. El Reino de Dios está más afuera
de las fronteras de la Iglesia y, por lo tanto, la Iglesia aprecia todo aquello
que sintoniza con su lucha por implantar el Reino de Dios. Una Iglesia que trata
solamente de conservarse pura, incontaminada, eso no sería Iglesia de
servicio de Dios a los hombres (3.12.78).
Soy un hombre frágil
Yo siento que hay algo nuevo en la arquidiócesis. Soy un hombre frágil,
limitado, y no sé qué es lo que está pasando, pero sí
sé que Dios lo sabe. Y mi papel como Pastor es esto que dice hoy san
Pablo: «No extingáis el Espíritu Santo». Si con un
sentido de autoritarismo yo le digo a un sacerdote: ¡no hagas eso!; o
a una comunidad cristiana: ¡no vayan por ahí!, y me quiero constituir
como que yo fuera el Espíritu Santo y voy a hacer una Iglesia a mi gusto,
estaría extinguiendo el Espíritu (17.12.78).
María es la ternura que busca angustiada una solución
María es la expresión de la necesidad de los salvadoreños.
María es la expresión de la angustia de los que están en
la cárcel. María es el dolor de las madres que han perdido a sus
hijos y nadie les dice dónde están. María es la ternura
que busca angustiada una solución. María está en nuestra
patria como en un callejón sin salida, pero esperando que Dios ha de
venir a salvarnos. Ojalá imitáramos a esta pobre de Yahvé
y sintiéramos que sin Dios no podemos nada, que Dios es esperanza de
nuestro pueblo, que sólo Cristo, el Divino Salvador, puede ser el salvador
de nuestra patria (24.12.78).
La Iglesia de los pobres
La Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzamos nunca de decir:
la Iglesia de los pobres, porque entre los pobres quiso poner Cristo su cátedra
de redención (24.12.78).
Ser humanos, para ser cristianos
Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos. Quizá porque muchas
veces se quiere construir lo cristiano sobre bases falsas humanas, tenemos los
falsos humanos y los falsos cristianos. El beato es un falso cristiano, que
no es tampoco humano. Muchos que ahora defienden -dicen- la religión,
no son ni hombres siquiera, mucho menos cristianos. Me río yo de esas
defensas interesadas del cristianismo: «auténticos católicos».
¿Con qué derecho se llaman auténticos católicos,
si no son ni siquiera hombres que sepan adorar al verdadero Dios, y están
de rodillas, idólatras, ante las cosas de la tierra? (31.12.78).
No me interesa mi seguridad personal
Muchas gracias, señor presidente, por escucharme. Pero también
quiero agradecerle el haber ofrecido proporcionarme protección si yo
se la solicitaba. Se lo agradezco, pero quiero repetir aquí mi posición:
que no busco yo nunca mis ventajas personales, sino que busco el bien de mis
sacerdotes y de mi pueblo... Antes de mi seguridad personal, yo quisiera seguridad
y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos, para todos los que sufren.
Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire
en mi pueblo un sistema económico, social y político que tiende
cada vez más a abrir esas diferencias sociales (14.1.79).
Yo les quiero repetir lo que dije otra vez: 'El pastor no quiere seguridad,
mientras no le den seguridad a su rebaño ' (22.7.79).
La Iglesia está con el pueblo
Fíjense que el conflicto no es entre la Iglesia y el gobierno. Es entre
gobierno y pueblo. La Iglesia está con el pueblo y el pueblo está
con la Iglesia, ¡gracias a Dios! (21.1.79).
Sobran los falsos profetas
Los hechos concretos Dios no los desprecia. Querer predicar sin referirse a
la historia en que se predica no es predicar el Evangelio. Muchos quisieran
una predicación tan espiritualista que dejara conformes a los pecadores,
que no les dijera nada a los idólatras, a los que están de rodillas
ante el dinero y ante el poder. Una predicación que no denuncia las realidades
pecaminosas en las que se hace la reflexión evangélica no es Evangelio.
Sobran aduladores, sobran falsos profetas, sobran -en tiempos conflictivos como
los nuestros- quienes tienen su pluma pagada y su palabra vendida. Pero no es
ésa la verdad (18.2.79).
Una Evangelización comprometida y sin miedo
Si nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva,
no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización
nueva, que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos
latinoamericanos, están exigiendo que tiene que ser una evangelización
muy comprometida, sin miedo. Evangelización exigente que señala
peligros y que renuncia a privilegios, y que no le tiene miedo al conflicto
cuando ese conflicto lo provoca nada más que la fidelidad al Señor
(22.4.79).
El imperio del infierno
La muerte es signo de pecado, cuando la produce el pecado tan directamente como
entre nosotros: la violencia, el asesinato, la tortura donde se quedan tantos
muertos, el machetear y tirar al mar, el botar gente. ¡Todo esto es el
imperio del infierno! ¡Son del diablo los que hacen la muerte! Lo llevan
a cabo los que le pertenecen al diablo. Colaboradores, agentes del demonio.
Impostores de algo extraño que no cabe en el plan de Dios. Por eso la
Iglesia no se cansará de denunciar todo aquello que produce muerte. La
muerte, aun la muerte natural, es producto y consecuencia del pecado (1.7.79).
La Evangelización auténtica no depende del poder
La pobreza de la Iglesia será más auténtica y eficaz cuando
de veras no dependa ni busque el socorro de los poderosos,' el amparo de los
poderes '; no haga consistir la evangelización en tener poder, sino en
ser evangélica y santa; en apoyarse en el pobre que con su pobreza enriquece"
(10.7.79).
Edificios construidos con sangre de pobres
¿De qué sirven hermosas carreteras y aeropuertos, hermosos edificios
de grandes pisos, si no están más que amasados con sangre de pobres,
que no los van a disfrutar? (29.7.79).
El mal de El Salvador: la riqueza como un absoluto
Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza. Este es el
gran mal de EL Salvador : la riqueza, la propiedad privada, como un absoluto
intocable. ¡ Y ay del que toque ese alambre de alta tensión ! (12.8.79).
La Palabra de Dios debe tocar la realidad de nuestro pueblo
Si en El Salvador el pan de vida que la Iglesia reparte, la Palabra del Señor,
la religión cristiana, no toca las realidades políticas, sociales,
económicas de nuestro pueblo, será un pan guardado, y el pan que
se guarda no alimenta (19.8.79).
Estoy en la lista de los que van a ser asesinados
No sigan callando con la violencia a los que estamos haciendo esta invitación.
Ni mucho menos continúen matando a los que estamos tratando de lograr
que haya una más justa distribución del poder y de las riquezas
de nuestro país. Y hablo en primera persona porque esta semana me llegó
un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima
semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede
matar ya (24.2.80)
La muerte del pobre toca el corazón mismo de Dios
Nada hay tan importante para la Iglesia como la vida humana, como la persona
humana. Sobre todo la persona de los pobres y oprimidos, que -además
de ser humanos- son también seres divinos, por cuanto de ellos dijo Jesús
que todo lo que con ellos se hace El lo recibe como hecho a El. Y esa sangre,
la sangre, la muerte, están más allá de toda política.
Tocan el corazón mismo de Dios. Hacen que ni la reforma agraria, ni la
nacionalización de la banca, ni otras prometidas medidas puedan ser fecundas
si hay sangre (16.3.80).
El ambiente que Dios quiere en El Salvador
Hay mucha violencia, hay mucho odio, hay mucho egoísmo. Cada uno cree
tener la verdad y echarle la culpa de los males al otro. Nos hemos polarizado.
La palabra ya corre corrientemente como una realidad que se vive, sin darnos
cuenta; cada uno de nosotros está polarizado, se ha puesto en un polo
de ideas intransigentes, incapaces de reconciliación, odiamos a muerte.
No es ese el ambiente que Dios quiere. Es un ambiente necesitado como nunca
del gran cariño de Dios, de la gran reconciliación (16.3.80).
Recoger el clamor del pueblo y predicar el Evangelio
Ya sé que hay muchos que se escandalizan de estas palabras y quieren
acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en
política, pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo
para que todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la Reunión
de Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas
y lo estudiemos teóricamente, sino que lo vivamos y lo traduzcamos en
esta conflictiva realidad de predicar como se debe el Evangelio para nuestro
pueblo. Por eso le pido al Señor, durante toda la semana, mientras voy
recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de
tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar,
para llamar al arrepentimiento, y aunque siga siendo una voz que clama en el
desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir
con su misión (23.3.80).
Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla
Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército,
y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía , de
los cuarteles.
Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos
y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de
Dios que dice: NO MATAR. Ningún soldado está obligado a obedecer
una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.
Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia
que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de
la ley de Dios, de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta
abominación. Queremos que el gobierno tome en serio de que nada sirven
las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues,
y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada
día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno!
¡CESE LA REPRESION!
La Iglesia predica su liberación tal como la hemos estudiado hoy en la
Sagrada Biblia, una liberación que tiene, por encima de todo, el respeto
a la dignidad de la persona, la salvación del bien común del pueblo
y la trascendencia que mira ante todo a Dios y sólo de Dios deriva su
esperanza y su fuerza.
Vamos a proclamar ahora nuestro Credo en esa verdad (fin de la Homilía)
(23.3.80).
Homilía del primer aniversario de la Sra. Sara de Pinto
San Salvador, 24 de marzo de 1980, a las 17:00 horas en la Capilla del Hospital
de La Divina Providencia. Texto completo.
Por nuestras múltiples relaciones con la Editorial del periódico
El Independiente, he pedido asomarme tanto a sus sentimientos filiales en el
aniversario de la muerte de su mamá, como sobre todo, a ese espíritu
noble que fue doña Sarita, que puso toda su formación cultural,
su fineza, al servicio de una causa que ahora es tan necesaria: la verdadera
liberación de nuestro pueblo.
Yo creo que sus hermanos, esta tarde, deben no solamente orar por el eterno
descanso por nuestra querida difunta, sino sobre todo, recoger este mensaje
que hoy todo cristiano debía de vivir intensamente. Muchos nos sorprenden,
piensan que el cristianismo no se debe de meter en estas cosas, cuando es todo
lo contrario. Acaban de escuchar en el evangelio de Cristo que es necesario
no amarse tanto a sí mismo, que se cuide uno para no meterse en los riesgos
de la vida que la historia nos exige, y, que el que quiera apartar de sí
el peligro, perderá su vida. En cambio, al que se entrega por amor a
Cristo al servicio de los demás, éste vivirá como el granito
de trigo que muere, pero aparentemente muere. Si no muriera se quedaría
solo. Si la cosecha es, porque muere, se deja inmolar esa tierra, deshacerse
y sólo deshaciéndose, produce la cosecha.
Desde su eternidad, Doña Sarita fue confirmando maravillosamente en
esa página que yo he escogido para ella, del Concilio Vaticano II. Dice:
«Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la
tierra de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará
el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios
nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde
habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos
los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida
la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado
bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá
de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad de sus obras, se verán
libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó
pensando en el hombre.
Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde
a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar,
sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra
donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera
anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Pero ello, aunque hay que distinguir
cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo,
el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa
en gran medida al Reino de Dios.
Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad,
en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo,
después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del
Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios
de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre
el reino eterno y universal: «reino de verdad y de vida; reino de santidad
y gracia; reino de justicia, de amor y de paz». «El reino está
ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor,
se consumará su perfección".
Esta es la esperanza que nos alienta a los cristianos. Sabemos que todo esfuerzo
por mejorar una sociedad, sobre todo cuando está tan metida esa injusticia
y el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos
exige. Y cuando se encuentra uno, pues, gente generosa como doña Sarita,
y su pensamiento encarnado en Jorgito y en todos aquellos que trabajan por estos
ideales, hay que tratar de purificarlos en el cristianismo: eso sí, vestirlos
de esta esperanza del más allá; porque se hacen más fuertes,
porque tenemos la seguridad que todo esto que plantamos en la tierra, si lo
alimentamos en una esperanza cristiana, nunca fracasaremos, lo encontraremos
purificado en ese reino, donde precisamente, el mérito está en
lo que hayamos trabajado en esta tierra.
Yo creo que será aspirar en balde, a horas de esperanza y de lucha en
este aniversario. Recordamos pues, con agradecimiento, a esta mujer generosa
que supo comprender las inquietudes y esfuerzos de su hijo y de todos aquellos
que trabajan por un mundo mejor, y supo también poner su parte de granito
de trigo en el sufrimiento. Y no hay duda, que esta es la garantía de
que su cielo tiene que ser también a la medida de este sacrificio y de
esa comprensión que falta a muchos en este comento, en El Salvador.
Yo les suplico a todos, queridos hermanos, que miremos estas cosas desde el
momento histórico, con esta esperanza, con este espíritu de entrega,
de sacrificio, y hagamos lo que podamos. Todos podemos hacer algo: desde luego
un sentimiento de comprensión. Esta santa mujer que estamos recordando
hoy, pues, no pudo hacer cosas tal vez directamente, pero animando a aquellos
que pueden trabajar, comprendiendo su lucha, y sobre todo, orando y aun después
de su muerte diciendo con su mensaje de eternidad que vale la pena trabajar
porque todos esos anhelos de justicia, de paz y de bien que tenemos ya en esta
tierra, los tenemos formados si los iluminamos de una esperanza cristiana; porque
sabemos que nadie puede para siempre y que aquellos que han puesto en su trabajo
un sentimiento de fe muy grande, de amor a Dios, de esperanza entre los hombres,
pues todo esto está redundando ahora, en esplendores de una corona que
ha de ser la recompensa de todos los que trabajan así, regando verdades,
justicia, amor, bondades en la tierra y no se queda aquí, sino que purificado
por el espíritu de Dios, se nos recoge y se nos da en recompensa.
De esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe: Con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo, y que en ese cáliz el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros.
En este momento sonó el disparo....
En el silencio que siguió a ese disparo, recitemos juntos esa poesía
impactante compuesta por Pedro Casaldáliga, nuestro hermano y obispo
de Amerindia y Afroamérica, titulada: "San Romero de América,
Pastor y Mártir nuestro":
"El ángel del Señor anunció la víspera
.
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡ la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada !
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡ Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia ¡
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡ San Romero de América, pastor y mártir nuestro !
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza
incólume de todo el continente.
Romero de la Pascua Latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡ Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa
!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡ Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana ¡
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma aureola de sus mares,
en el dosel airado de los Andes alertos,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones
de todas sus trincheras,
de todos sus altares
¡ En el ara segura del corazón insomne de sus hijos ¡
San Romero de América , pastor y mártir nuestro:
¡ nadie hará callar tu última homilía ¡"
Un momento, que todavía escuchamos la voz profética de San Romero
de América:
"He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirles que, como cristiano,
no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré
en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la
más grande humildad. Como pastor estoy obligado por mandato divino a
dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por
aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde
ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de
El Salvador. El martirio es una gracias que no creo merecer. Pero si Dios acepta
el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal
de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada
por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de
esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono
y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, sí, se convenzan que perderán
su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo,
no perecerá jamás".
Bibliografía mínima:
La voz de los sin voz. La Palabra viva de Monseñor Romero. Introducciones, comentarios y selección de textos de J. Sobrino, I. Martín-Baró y R. Cardenal. San Salvador (UCA editores) 1980.
Mons.Oscar A. Romero. Su pensamiento. Volúmenes I al VIII. Edición
realizada en el año dos mil de la Redención de Nuestro Señor
Jesucristo, y en el año vigésimo del martirio de Monseñor
Oscar A. Romero, IV Arzobispo de San Salvador, El Salvador. Publicaciones Pastorales
del Arzobispado. Textos adjuntos a los volúmenes sobre su pensamiento:
Mons. Oscar A. Romero. Su diario. Día a día con Mons. Romero (meditaciones
para todo el año)
Mons, Oscar Arnulfo Romero. La Violencia del amor, Edición preparada
por James R.Brockman, sj., Santander (Editorial Sal Térrae) 2002